¿Tú y cuántos?
¡Tú y cuántos!
Lo mismo se usaba en forma interrogativa que exclamativa era una baladronada de quien la usaba y representaba un reto para la contraparte cuando se estaba en medio de un debate.
Era utilizada como sinónimo de superioridad frente al interlocutor.
Ejemplo: soy mejor que tú en el deporte, la respuesta: "¡¿Tú y cuántos?!", para afirmar que de ningún modo era superior y necesitaba ayuda para triunfar.
Algo similar sucede con el líder de la 4T cada que habla de la oposición política a Morena.
Desde inicios al mandato, les ha dicho “júntense” si quieren competir contra la 4T porque es imposible ganar.
En palabras de barrio en mi niñez, lo que les dice el líder a la oposición es: ¡¿Tú y cuántos?!.
Efectivamente, si creemos en las encuestas, la popularidad del mandatario es muy alta para el tiempo de gobierno que lleva y los deplorables resultados en temas estratégicos como el desempleo, pobreza, inseguridad y desabasto en medicamentos.
Sabe que sus números están sobrados y logró transferir parte de su aceptación a los candidatos de sus partidos, conoce que la autoridad electoral se encuentra desolada frente a sus embates y no existe ley o mando que le contenga ante las violaciones a las leyes democráticas.
Son bravuconadas, baladronadas de quien se siente superior o intocable, ubicado por sobre la ley, considera que puede disponer de vidas y haciendas entre los mexicanos.
Por otro lado, las oposiciones no han sabido enfrentar el poder político y electoral del líder en la 4T, responden como si enfrentaran a un político normal a quien le importe la opinión pública, alguien que se preocupa por el qué dirán.
Se equivocan, su rival es un político atípico, insensible a las opiniones negativas; sabe que cuenta con una maquinaria engrasada de operadores y bots dispuestos a defender cuanta ocurrencia se le antoja, y si no hay defensa, recurren a la gastada frase: “antes estábamos peor y no criticabas”.
Se debe entender que no existe la opinión pública disidente, la mayor parte de los medios electrónicos, que son los más masivos en el país, son oficialistas.
Están «alineados o alienados», sin la fuerza de un medio crítico frente a las acciones presidenciales; por momentos algunos comunicadores se convierten en voceros o defensores de las simplezas en las mañaneras.
El mandatario logró su acometida, tener a la oposición girando en rededor de su discurso, de su estrategia, obligando a un bipartidismo electoral de facto con el inconveniente para la oposición de encontrarse dividida en al menos cuatro células excluyentes entre sí.
Cuando afirmo que son excluyentes entre sí es porque no hay un proyecto o ideario que les una, la única motivación es hacer perder al partido hegemónico en el poder y, eso no es un proyecto es pragmatismo electorero.
La oposición no trabaja para ganar, lo hace sin rumbo, sin una ideología o proyecto social que unifique a la dispersa clase media en su propósito, es en este nicho poblacional donde estaría el ulterior triunfo de los opositores.
Con todo y el panorama desolador para la oposición, en su favor opera que la imposición pretendida por Morena es una figura pública, gris, sin liderazgo, impopular, fabricada a fuerza de querer imponerla.
Para ella esa es su fortaleza y debilidad.
Es tiempo que la oposición gane espacios en el debate público en temas como pobreza, inseguridad y desempleo.