Siguiendo el tiempo
Celebramos en comunidad. A un espacio extinto y superfluo. Lo valoramos con un corazón cruzado por una flecha. Nuestra simpatía corre por las venas de lo menos importante.
El 14 de febrero es una fecha más del calendario. Cruzado por el San Valentín, el supuesto personaje capacitado en darse a la humanidad. Herido mortal por las saetas de la fe.
Solo en las páginas del nuevo testamento, de nuestra tradición cristiana, inscriben en la comunidad, el verdadero sentir del amor.
Lo pulen con matices de generosidad. Con piedras de paciencia. Alegrado con la lealtad y sin el falso testimonio.
Quienes aman conocen la miel de una mirada. No todo son notas rojas del diario, de amantes tránsfugas o de violencia al filo de las mañanas.
Amar es entregar. Dar sin esperar nada a cambio.
La mirada del infante recibiendo el alimento del pecho de su gestora. Apaciguar la ira de quienes riñen interminables cuando en algún momento hicieron vida en común.
Imaginamos el día del amor y la amistad como el puente de reconstrucción para quienes se hicieron daño. La firma de la paz duradera. No solo como una fecha para pasar por alto los agravios, la maledicencia o las motivaciones ocultas para el fracaso.
La lección del hijo prodigo nos da un ejemplo. Ahora pensemos en la visión de quien nos toca la puerta para pedir caridad.