Películas violentas y las taqueras de banqueta en Monterrey

En su deslumbrante concierto en Monterrey, This Is Not A Drill Tour, Roger Waters saca una ametralladora mientras canta In the Flash. Dispara al público. La gente, en vez de correr a esconderse, grita eufórica y aplaude con estruendo porque sabe que las balas son de salva. 

Desde el nombre del tour (“Esto no es un simulacro”), percibimos que sí se trata de un simulacro, y que el violento pacifista que es Waters no alberga la mínima compulsión malsana de hacernos daño: iría en contra de sus principios antibélicos. 

¿Pero por qué los regiomontanos le aplaudimos eufóricos al cerebro atormentado de Pink Floyd?

  1. Porque aunque Waters critica en su performance el militarismo de las grandes potencias, los regiomontanos lo reinterpretamos como una critica a los delincuentes y al crimen organizado. 
  2. Porque aunque casi nadie lo acepte, nos gusta generar adrenalina, y sentimos un misterioso placer cuando nuestras glándulas suprarrenales segregan esta sustancia, así sea para enfrentar una amenaza de mentiras. 
Evidentemente no siempre caemos en el engaño.

Recuerdo que alguna vez mi ídolo Rob Halford (¡vaya agudos los que soltaba este cantante de heavy metal cuando era joven!), en una de las tocadas de la banda Judas Priest provocó una estampida de espectadores, porque sacó frente al público una ametralladora de verdad.

Ante la rafagueada nadie creyó que las balas eran de salva. Halford no es precisamente un pacifista y tantas drogas y alcohol no garantizan que maneje inofensivamente un arma de fuego. 

Digo todo los anterior para plantear una curiosa pregunta:

¿Por qué ante tanta violencia cotidiana, a los regiomontanos nos divierte tener miedo? Y no somos la excepción.

STEPHEN KING

A mucha gente le fascina subirse a una montaña rusa, ver una película de terror o leer a Stephen King.

Cometemos un error si creemos que Stephen King es un loco desquiciado que se cree todo lo que escribe. 

King es un hombre muy inteligente, que no cae en la superchería de lo sobrenatural y que se gana la vida (le va muy bien, por cierto) escribiendo novelas de terror, ciencia ficción y fantasía. 

El propio King responde a una pregunta similar a la mía en su libro "Danza Macabra": ¿Por qué hay personas dispuestas a pagar a cambio de sentirse extremadamente incómodas? ¿Por qué alguien paga por ver una película de Guillermo del Toro o para leer Drácula, de Bram Stoker? 

A fin de responder, menciono a un autor hoy olvidado pero cuya obra es sensacional: Richard Matheson (el de Soy leyenda).

DUEL, LA PRIMERA PELÍCULA DE STEVEN SPIELBERG

En un cuentito que se titula "Duel", Matheson nos narra la historia de un camión gigante que persigue a un carrito rojo, y que fue llevado a la pantalla por un jovencísimo Steven Spielberg (película con la que se estrenó como director de cine).

En realidad "Duel" es una película para televisión, que yo vi muchas veces siendo niño en Reynosa, porque desde Texas nos llegaba la señal de TV. 

Un amigo de mi escuela, cinéfilo igual que yo, se enojaba mucho porque en "Duel" (en México la rebautizaron como "El diablo sobre ruedas", para arruinar con un spoiler las ilusiones del espectador), nunca sale el chofer del camión endemoniado. Sólo aparece a cuadro su brazo o su silueta. 

Y protestaba mi amigo: “si nunca sale el malo de la película pues entonces es una película chafa”.

Y yo le respondía que no, que el villano de "Duel" no es el chofer del camión, sino precisamente el camión gigante.

Como luego, los malos de las películas de Spielberg serían un tiburón gigante y muchos dinosaurios comeniños

Donde está el peligro surge lo que nos salva.

Esto es falso. En realidad, los peligros de mentiras nos salvan de los peligros reales. ¿Por qué? Se los explicaré con una anécdota muy triste. 

En un recorrido por una colonia popular de Monterrey, cierto candidato a gobernador le preguntó a unas taqueras de banqueta qué querían que les donara a sus familias.

Todas le respondieron al unísono: “parabólicas”.

El candidato soltó una carcajada y las acusó de frívolas. “A ver, mujeres, ¿para qué fregados quieren una parabólica en sus casas?”

Para que mis hijos vean quietecitos la tele adentro y no me los vayan a matar afuera andando de vagos.
Eloy Garza

Es abogado, maestro en Letras por la UNAM y máster en Tecnologías de la Información por la Universidad Oberta de Cataluña. Escribe para diversos medios de comunicación.