Siete Puntos

Omitir las siguientes frases,...

Las hay en los terrenos religioso, de la salud, psicológico, de las competencias deportivas y, especialmente, en el político. Veamos algunas de ellas, sin ser exhaustivos.
1.

… en el 2023, sería un buen propósito.

Y es que ya porque queremos ayudar a quienes vemos en necesidad, ya porque buscamos reafirmar una posición o -también sucede con frecuencia- deseamos agredir a alguien, acudimos a expresiones que no siempre cumplen con su objetivo -en los casos de altruismo o generosidad-, y que bien podríamos evitar en el año que se avecina.

Las hay en los terrenos religioso, de la salud, psicológico, de las competencias deportivas y, especialmente, en el político. Veamos algunas de ellas, sin ser exhaustivos.

2.

“Es una prueba que Dios te pone”, expresión que algunas personas, casi siempre muy religiosas, emplean para tranquilizar, orientar o motivar a quienes enfrentan una grave enfermedad o una tragedia. No obstante la buena intención en lo dicho, habría que revisar la misma idea que se tiene de Dios: ya no un ser misericordioso, dolido también por nuestras desgracias, sino especializado en poner exámenes para corroborar nuestra fe en Él.

Pidámosle, más bien, que nos acompañe en nuestros proyectos, que nos ilumine, que nos aliente.
3.

“Tienes que cambiar de doctor”, enunciado tajante, puntual, que espetamos a nuestro familiar o amigo cuando nos comunica que va a ser operado de algún órgano, o se va a someter a un determinado tratamiento. Es claro que queremos apoyar con nuestra indicación -que no sugerencia- por la experiencia favorable tenida con un galeno diferente al escogido.

Más allá de competencias médicas o no, sería bueno respetar la decisión de quien ha realizado una opción, evitando imposiciones e invasiones que, por otra parte, tampoco tienen garantía de éxito.

4.

“Ya supéralo”, locución enarbolada desde la superioridad de quien se percibe maduro, distante de los cotidianos problemas mundanos, y dirigida a los pobres mortales que no logran dejar atrás duelos, pérdidas, fatalidades.

El consejo no impacta en el doliente porque se percibe como una constatación de debilidad e impotencia, casi como una burla para las propias imperfecciones.

Un silencio comprensivo, una sugerencia delicada para acudir a alguna ayuda profesional, serán siempre mejores invitaciones, más cálidas y comedidas.
5.

“No necesitas de ayudas arbitrales para ganar”, lo dicen quienes, en apariencia reconociendo las virtudes sobresalientes del vencedor, en realidad las minimizan, al deslizar que precisaron de la complicidad del silbante para obtener el triunfo.

La trampa del perdedor es evidente, pues la afirmación esconde la certeza de que la victoria fue injusta y de que, sin esa colaboración espuria, el resultado hubiera sido otro.

A final de cuentas, no se acepta la derrota y, en vez de reconocer los propios errores, se traslada a otra instancia la responsabilidad.

6.

“Que no me vengan con que la ley es la ley”, “Tengan para que aprendan”, “Al carajo”, “Abrazos, no balazos”, “Mi pecho no es bodega”, “Tengo otros datos”, “No me voy a poner un tapabocas”, “Me canso ganso”, “No es mi fuerte la venganza”, “Ya no hay corrupción”, “La pandemia nos cayó como anillo al dedo”, “Tendremos un sistema de salud como el de Dinamarca”, “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”, y un larguísimo etcétera.

¿Será posible que el autor de tales posicionamientos los evite en los próximos 12 meses?

7.

Cierre icónico.

Cuidado, también, con las frases que deberíamos evitar en la cena familiar o con amistades de fin de año. Que sea una noche de festejo, sí, pero también de paz alegre, de esa que se consigue con el respeto y la consideración. Ya platicaremos, en la siguiente entrega, sobre las expresiones positivas que podemos enfatizar en el año próximo.

Por lo pronto, va un agradecimiento para quienes han tenido la gentileza de leer esta columna durante todo el 2022, y mis mejores deseos para el 2023. ¡Feliz año nuevo!
Padre Paco

El sacerdote José Francisco Gómez Hinojosa (Monterrey, México, 1952) es el actual Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey. Es diplomado en Teología y Ciencias Sociales por el Departamento Ecuménico de Investigaciones de San José, Costa Rica, y doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Ha sido profesor en el Seminario de Monterrey, en la UDEM, el ITESM, la Universidad Pontificia de México, el Teologado Franciscano, el EGAP (Monterrey) y la Universidad Iberoamericana (Centro de Extensión Monterrey).