La olvidada...

Hemos constatado que AMLO perdió la memoria, o peor aún, en el entendido del compromiso que hizo ante la República, faltó a la verdad.

El primero de diciembre de 2018, las y los mexicanos fuimos testigos del juramento solemne que Andrés Manuel López Obrador hizo ante el Congreso de la Unión:

“Protesto guardar y hacer guardar, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de presidente de la República que el pueblo me ha conferido de manera democrática, mirando en todo por el bien y la prosperidad de la Unión y si así no lo hiciere, que la Nación me lo demande”.

https://www.youtube.com/watch?v=N2Z-S9OlEEI
A 50 meses de iniciado su mandato, hemos constatado que López Obrador perdió la memoria, o peor aún, en el entendido del compromiso que hizo ante la República, faltó a la verdad.

No cumple ni hace cumplir la Constitución.

Más allá del número de controversias constitucionales que han interpuesto diversos actores por la constante violación a nuestra ley suprema, van dos ejemplos de ello:

  • Ante la posición de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación por la reforma eléctrica, sentenció no me vengan con que la ley es la ley”, entonces, ¿qué no debe cumplirse la ley? El que critica constantemente los supuestos privilegios de otros, ¿de qué privilegios goza para que se haga lo que él manda?
  • Ante el acreditado plagio de la ministra Yasmín Esquivel Mossa, que incumple con el requisito constitucional para ejercer el cargo, justificó la acción como “un pecado de juventud”. ¿Qué no el paladín de la honestidad y la lucha contra la corrupción aseguraba que "al margen de la ley, nada y por encima de la ley, nadie"? ¿Acaso “los aportadores voluntarios” para el movimiento, tienen permiso para delinquir y usurpar cargos? En este gobierno no hay duda: la que paga, se queda.

López Obrador no se puede considerar ni leal ni patriota, cuando se ha negado a gobernar para todos; cuando su actuación -lo hemos dicho hasta el cansancio- es la de un jefe de partido y no un jefe de Estado; cuando pretende imponer su voz por encima de las voces distintas que existen a lo largo y ancho de este país; cuando usa la palestra presidencial para linchamientos públicos de quienes considera sus adversarios, por el simple hecho de denunciar los abusos de su gobierno, rechazando además su derecho de réplica.

No es leal ni patriótico, quien fomenta la división entre los mexicanos y se niega a reconocer la división de poderes y la autonomía de diversos órganos.

No es leal, quien deshonra a los muchos que han contribuido, desde sus trincheras, al fortalecimiento democrático de las instituciones, como tampoco es patriótico pretender reescribir la historia en la cual quiere imponerse como el único protagonista, aunque su actuación solo se reduzca a desempeñar el papel de “el benemérito de la falsa democracia”. 

Desde el primer minuto de su administración, para desgracia de los mexicanos, no se ha preocupado y menos ocupado por el bien y la prosperidad de nuestro país.

La realidad en datos lo demuestra:

  • Casi 8 millones de mexicanos engrosaron las filas de la pobreza, gracias a lo que el presidente llama su estrategia política
  • Poco más de 35 millones no tienen acceso a servicios médicos por la destrucción del sistema de salud pública, con la pandemia de COVID
  • Con el aumento de la inseguridad, cerca de un millón de hogares están de luto

En resumen, con López Obrador el deterioro de la calidad de vida en México es evidente. La política pública, con el tabasqueño, es inexistente.

En la conmemoración del 106 aniversario de nuestra Constitución este fin de semana, vimos lo que decía el reconocido político mexicano Jesús Reyes Heroles: en política, frecuentemente, la forma es fondo”. La estampa mostrada desde la ciudad de Querétaro se describe en cuatro discursos y una “auto glorificación”:

La simple bienvenida al evento; la defensa firme y pulcra de la división de poderes; el mensaje de la reconciliación; una penosa pieza de adulación y complacencia de quien aspira a gobernar un estado y, finalmente, la aparición de quien se cree la verdad encarnada, que niega la realidad con “sus otros datos”, que habla de un México que sólo existe en su imaginación y que está flanqueado por su Secretario de Gobernación y los titulares de las fuerzas armadas como muestra de poder, mientras mantiene alejados y despreciados a los titulares de los otros dos poderes de la Unión, bajo el mensaje implícito de “aquí mando yo”.

Para cerrar la estampa, la nueva generación de gobernadores presume sus selfies en un mundo de felicidad, mientras sus estados se encuentran en diversas crisis. Caminan por la “alfombra guinda” y celebran el encuentro, como si fueran actores nominados a obtener el premio del “más amistoso” de una película que, en realidad, parece más de horror que de acción.

En tanto, la olvidada es, ha sido y será por el resto del sexenio, la Constitución.
Adriana Dávila Fernández

Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad del Altiplano del estado de Tlaxcala. Su trayectoria profesional y política la ha desarrollado en los Poderes Legislativo y Ejecutivo Federales, así como en organizaciones de la Sociedad Civil.